Hay días que no sé muy bien cómo adornar estas páginas a las que llamo recuerdos. Llevo más de dos años de recurrente peregrinación y sigo sin saber muy bien qué me hace volver a sentarme cada día ante la hoja en blanco.
Escribir un diario, o un volumen de recuerdo diarios, es una tarea interesante siempre y cuando se haga atendiéndose a la realidad del lugar en el que se hace. En mi caso, al contrario que aquellas semanas en el trópico de Escohotado, creo que peco de la vivencia propia. Estoy perdiendo la oportunidad de narrar las costumbres de una sociedad que merece ser recordad. Al menos antes de que la falta de natalidad le arrebate lo propio, al igual que ocurrirá con otros tantos países occidentales.
Es cierto que gran parte de este diario se justifica en la pérdida de los detalles de mi juventud. Supongo que si me diera por hablar con un psicoanalista me hablaría de un miedo al dejar atrás mis años de juventud, pero creo que se equivocaría. Disfruto cada día, aunque a veces no lo logre transmitir, del acto de sentarme a escribir y reflexionar sobre mi día. Creo que todos los días merecen ser recordados, o al menos grabados en mi memoria.
Días como hoy son un buen reflejo de aquellos años de mi juventud en los que dedicaba a la poesía largas jornadas de garabatos y enfados, y en un martes de noviembre, me permito el lujo de terminar mi duda de hoy con uno de aquellas mejorables rimas:
“Cuando mi memoria falle y vuelva a estos recuerdos, dejaré que el peso de la historia pasada haga sus estragos. Me arrepentiré por no haber vivido en todos sus matices. Apretare el puño y en un rincón de mis recuerdos sentiré estar vivo. Nunca sabré si la vida era un sueño o un suceso de días.”
Martes 21 de noviembre de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #831
