Carlos Pinedo Texidor
824 - Pesas en casa.
La vida monacal conlleva entre otras muchas costumbres el entrenar a diario, y ello conlleva levantarse a las siete de la mañana. En mi pequeño apartamento apenas tengo espacio para entrenar con toda la intensidad que me gustaría, pero sí el suficiente para hacer lo mínimo y mantenerme en forma.
Entre la isla de la cocina y la encimera donde cocino mis famosos platos dispongo de un breve espacio de algo más de tres metros cuadrados. En mi pequeño gimnasio, armado con una kettlebell de diez kilos, una barra, varios pesad de disco y una esterilla, logro entrenar todo lo que considero necesario para poder correr y jugar al fútbol. Se podría decir que mi entrenamiento es el mínimo para no perder la cabeza, pero siendo sinceros, me veo mejor que nunca.
Puede que mi cuerpo por fin haya llegado a su punto de madurez, momento en el cual uno pasa a tener ese músculo de perro viejo que aguanta de todo. Sea cual sea el caso, lo cierto es que gracias al entreno casero logro entrenar a diario y ahorro una cantidad de dinero nada despreciable que posteriormente gasto en vinilos y desayunos.
Escribo estas líneas sin apenas sentir las piernas, y en el dolor del ejercicio y la satisfacción de la vida monacal, escribo a modo de deseo el tener en un futuro una habitación con varias mancuernas, una bici, y barras con disco.
Martes 14 de noviembre de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #824
