819 - Cena y calma.

Si no recuerdo mal comencé a ayunar hará cinco años. Desterré el desayuno y la cena de mi vida y me centré en comidas copiosas a eso de las dos. He sido capaz de aprender a disfrutar del ayuno extenso, y una vez cada pocos veces hago ayunos de cien horas, tradición que en mi casa ya ven como normal.

Desde que comencé a vivir en Tallin, los ayunos se han visto influenciados por la jornada laboral. Quién podría pensar que es más sencillo comer una vez al día cuando se tienen dos horas para comer y se llega a casa a las once. Es por ello que he tenido que tomar la decisión de trasladar mi comida diaria a las cinco y media, tradición que se ha convertido en el momento del día en el que Mer y yo nos sentamos a hablar.

Mientras ella me cuenta qué ha hecho en su día, yo preparo los ingredientes de la cena. Mientras yo cocino y le cuento cómo ha sido mi día, ella lava los cachivaches que haya ensuciado. Una conversación marcada por la tranquilidad del hogar y por las ceremonias del cocinar.

Hoy, en parte por el amor al queso de Mer, y en parte por mis ganas de cocinar algo sencillo, he cocinado la que para mí es la mejor salsa que se puede hacer para unos macarrones, queso azul y nueces con ajos fermentados.

Y una vez más, a la luz de las muchas velas que tenemos en casa, he disfrutado de mi única comida del día, con la mejor conversación que un hombre puede pedir, la de una novia que comparte sus intereses.

Jueves 9 noviembre de 2023

Tallin, Estonia

Recuerdo #819