Hay muchas facetas de mi vida que considero absolutamente inmerecidas, ya sea por fortuna o por el caótico devenir de mi vida. Entre esas tantísimas facetas incluyo el haber conocido a mi novia.
Hace un año, con un café que se retrasó más de la cuenta acabé conociendo a una isleña que ya en aquel entonces me sorprendía con temas de conversación y gran compañía. Durante este año he disfrutado junto a ella de muchas de nuestras aficiones comunes, tanto las existentes como las descubiertas, y eso sólo se puede explicar con la suerte que me acompaña.
Cualquiera que sea un ávido explorador de la red se habrá topado en algún momento con alguno de los muchos memes donde un pobre hombre suplica a su mujer que le deje ver algo de Tolkien o de George Lucas. Y entre todas esas piezas de humor digital se esconde una realidad muy dura, muchas relaciones se mantienen sin aficiones en común.
En mi caso podría resumir mis aficiones en seis: deporte, lectura, escritura, música, cine y videojuegos. Por no entrar en los detalles de cada una de ellas podemos decir hay facetas que van un paso más allá, y cuánto más raro y desconocido sea un tema más me divierte. Pero volvamos a lo que importa, mi querida isleña comparte las mismas aficiones que yo, hecho que sólo se puede explicar gracias a mi suerte.
Hoy hemos pasado la tarde tumbados en los pufs del salón, ella leyendo con el Kindle que mi hermana le regaló, y yo devorando las páginas de la edición completa del Señor de los Anillos que ella me consiguió. Y en ese pasar las horas y casi en la oscuridad de la noche una tímida voz me ha susurrado que sí podía leerle en alto las aventuras de la Comunidad del Anillo.
Miércoles 20 de septiembre 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #769
