Dicen los entendidos que la gente ya no va al cine y que vivimos una paulatina pérdida de cultura en nuestra sociedad. En esa misma línea los entendidos argumentan que la sociedad sólo consume cultura basura y que ya no se aprecia la calidad. Es cierto que se trata de un debate similar al del huevo y la gallina, tal vez sólo se consuma basura porque sólo se produce basura, o puede que se produzca basura porque es lo único que se consume. En cualquier caso hay algo cierto, cuando se produce algo de calidad, existe una deseo de consumir.
En estos últimos años, o al menos desde que empecé a fijarme, la masa responde de una manera peculiar a las películas de cierta calidad artística. La asistencia media de las salas aumenta y parece que se traduce en una momentánea pero intensa voluntad de productores y directores de llevar a cabo proyectos de calidad. Y sin excepción todo se queda en simples amagos que nunca se materializan.
Muy de vez en cuando esos amagos se materializan, y por suerte del destino se suceden varias películas cuya calidad es superior a la media. Y podríamos hablar y escribir sobre sí es una mera casualidad o sí ha habido cierta voluntad, pero tanto monta.
Hoy he vuelto al cine, y es que después de varios años por fin volvemos a tener la posibilidad de ver una película de terror más allá de secuelas, precuelas y refritos. De la película poco puedo decir sin estropear la trama, pero es una obra de arte. Y de este recuerdo solo me queda pedir perdón por plantear varios temas interesantes y dejarlos a medio desarrollar.
Lunes 18 de septiembre 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #767
