Tallin es una ciudad donde los jóvenes tratan de iniciar una revolución cultural. La capital de Estonia vive tiempos de cambio, las empresas tecnológicas contratan extranjeros y pagan salarios que triplican el medio del país, algo que contribuye a que los jóvenes se centren en lo poco que sigue siendo gratis, la cultura. Tallin vive los inicios de una ciudad que abraza el arte, y un paseo por Telleskivi ayuda a entender las distintas tribus urbanas que conviven y evolucionan.
La revolución cultural puede hacerse dejando de lado el pasado soviético o usando los remanentes para destacar que Estonia siempre ha sido y siempre será un pueblo con una cultura y tradición única. Los estonios no son rusos, tampoco nórdicos y mucho menos bálticos, son ellos mismos. Y en ese vivir su cultura hoy he podido disfrutar de una exposición temporal en Linnahall, un lugar del que podría hablar durante horas, pero este no es el lugar. Después de un par de horas con Mer en Linnahall hemos ido a casa para preparar la noche de hoy. Hoy he citado a ocho personas en casa de cinco nacionalidades distintas y aún con la miel en los labios por la exposición he dedicado mi tarde a lo que más me gusta, cocinar para los demás.
Entre vinos, carne, quesos y varias botellas de licores mallorquines, los ocho hemos hablado de nuestras diferencias y de nuestras similitudes. Con cierta pasión hemos discutido de la inmigración, y de cómo los cuatro inmigrantes del grupo hemos venido a contribuir a Estonia, algo muy distinto de los fenómenos que se viven en España, Francia, Reino Unido y Bangladesh, pero dejemos el tema de lado.
Hoy hemos cenado ocho en casa, y aún con el recuerdo de una visita única a Linnahall sigo preguntándome si estaré lo suficiente en Estonia para ver a este país convertirse en lo que siempre debió ser, un adalid de la revolución de los jóvenes.
Sábado 9 de septiembre 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #758
