Carlos Pinedo Texidor
755 - Un gimnasio en casa.
Desde la pandemia he soñado con tener un gimnasio en casa. En mi encierro madrileño tuve la suerte de poder tener una cinta de correr en una habitación, lo que unido a mi disciplina de estiramientos y movilidad me permitió salir del confinamiento más en forma que nunca.
Cuando reabrieron los gimnasios no dudé en volver a ese rincón de Nuñez de Balboa por el que he visto pasar tres cadenas de gimnasios y en el que empecé a entrenar a mis catorce. Poco después, y debido a la limitación de horarios no me quedó otra que mudarme al elegantísimo (y prohibitivo) Metropolitan de Abascal al que tuve que decir adiós con mi huida a Tallin.
Ya en el Báltico tonteé brevemente con el gimnasio de Rävala, del que renegué cuando subieron los precios. Gracias a Dios al cambiarme de curro descubrí que en mi propia oficina teníamos un gimnasio privado, espacio del que disfruté hasta mi rotura de nariz.
Hace unas semanas traté de reservar en el gimnasio de la ofi, y por culpa de las recurrentes reservas parecía ser que no había hora libre hasta el año cincuenta y cinco de nuestro siglo, y claro, queja mediante logré que se corrigiera, pero el precio a pagar fue reservas limitadas por persona.
Hoy no me ha quedado más remedio que ir a comprarme una barra y varios discos, material que junto a mi querida kettlebell me ayudará a tener mi pequeño rincón de entrenamiento en casa. Y es que hasta ahora había compaginado estiramientos y movilidad en el hogar con el gimnasio exterior, pero parece ser que la única forma de ser constante es entrenar donde se es feliz, en casa.
Miércoles 6 de septiembre 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #755
