Carlos Pinedo Texidor
743 - La diversión laboral.
La vida laboral implica aceptar que hay semanas en las que uno renuncia a cualquier tipo de tranquilidad a cambio de un salario. La sociedad se rige por contratos mediante los que uno intercambia su tiempo por una contraprestación. Dichas relaciones mercantiles muy a menudo son sufridas por quienes se encuentran involucrados, aunque hay excepciones en donde incluyo la mía, porque gracias a Dios disfruto de mi trabajo casi tanto como de un buen café.
Mi vida laboral, caracterizada por mi prematura responsabilidad corporativa, se rige por un buen sueldo y mucha pasión. Soy capaz de levantarme todos los días e ir a la oficina con ilusión, dejarme la piel, y volver a casa a descansar para horas más tarde irme a dormir con ilusión pensando en el día siguiente.
Supongo que en mi caso hay un poco de obsesión y vicio por la vida laboral. El trabajo me satisface, y me ayuda a disfrutar aún más de mis pasiones nobles. Incluso releyendo mis textos de marzo del veintidós cuando me planteaba dejar la abogacía y dedicarme a la escritura soy capaz de entender que he heredado de mi padre la pasión por solucionar problemas, y la mejor forma de hacerlo es trabajando.
Sin embargo, en el seno de toda relación mercantil en la que el prestador de servicios vive el día a día con tanta pasión, es común correr el riesgo de acercarse demasiado al fuego laboral, y por el camino quemarse. En mi caso soy afortunado, mi jefa se parece a mí, y es capaz de ver cuando me acerco demasiado a la hoguera, y esta semana ha sido una de ellas.
Mis viernes suelen ser tranquilos, pero muy de vez en cuando me toca hincar codos, comer en diez minutos y no tener tiempo ni para ir al baño. Hoy, día de los que recordaré eternamente ha sido tan exigente como satisfactorio, y cuando recogía mis cosas y hablaba con mi jefa, con el reloj marcando las seis y media, ambos no hemos podido evitar decir “qué divertida ha sido esta semana”.
Viernes 25 agosto de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #743
