740 - Semana de liga.

Después de unas merecidas vacaciones vuelvo a entrenar con la misma ilusión que aquellos años de mi adolescencia. Siendo estrictos me encuentro en el ecuador de la temporada, pero para mí hoy empieza la temporada 23/24 y eso que la 22/23 aún no haya acabado en Estonia. Tengo por delante varias semanas de liga que finalizarán con las primeras nevadas, algo que me obligará a empezar mi pretemporada particular corriendo a menos diez grados y entrenando en el salón de casa.

Siempre que vuelvo de Mallorca y me ato las botas de fútbol de nuevo la misma idea ronda mi cabeza. Me preocupa que esta sea mi última temporada de fútbol, más aún después del susto de un tornillo en el pie izquierdo y una nariz rota. Pero tal vez mi recurrente duda sea lo que me hace entrenar con tanto pasión, y ser consciente de la fragilidad de mis años del fútbol me ayuda a disfrutar.

En el entrenamiento de hoy, con un partido dominical en mente, he vuelto a sentir el césped mojado bajo mies pies. Una tormenta veraniega (u otoñal) ha hecho que el balón fuera un escurridizo fugitivo. Mi primer toque, que junto a los tiros libres es lo que más he entrenado este año, sigue sin ser suficiente para jugar con el césped húmedo, y aún así, vuelvo a casa con la sensación de haber entrenado como nunca.

Mi equipo, a quienes sigo tratando de evangelizar en el cholismo que me hace ser quien soy, se encuentra falto de medio centros. Lesiones y obligaciones familiares hacen que el joven que escribe esto tenga que entrenar alternando posiciones de número tres, cuatro y cinco. Y dejadme que os diga, aunque siga cometiendo errores con el control orientado y use en exceso el pase con el exterior, creo que si el fútbol me lo permite, colgaré las botas jugando alejado de la banda y jugando en el centro del campo.

Martes 22 agosto de 2023

Tallin, Estonia

Recuerdo #740