Carlos Pinedo Texidor
720 - Mi querida Mallorca.
Volver a Mallorca es siempre motivo de celebración. La isla de mi infancia me ha visto crecer y abandonar el nido, y no por ello dejo de volver con la misma ilusión de aquel crío que descubrió las cuevas de marés y los acantilados.
Mallorca, amante en la distancia, es todo lo que un lugar de peregrinación sueña ser. Un enclave mediterráneo protegido por imponentes montañas y abrazo por el sol. Una isla destinada a ser más de lo que deja enseñar. Un secreto a voces que cuanto más se visita menos se conoce.
Hace años que juré amor eterno a la isla que hoy me acoge con el mismo cariño que en el verano del noventa y ocho. Veintiséis veranos de constante y desinteresado amor. Amor que ha sido correspondido con los secretos y rincones de una isla desconocida hasta para los mallorquines.
Guy de Forestier, en su maravilloso retrato de la sociedad mallorquina, que peligran los hábitos mallorquines, esos que responden a una sabia manera de vivir, calmada y placentera. Y en mi vuelta a la isla observo atentamente a taxistas y conductores peleándose por los turistas con mayor número de maletas. Algo ciertamente curioso y alejado de ese repudio al foraster que influyó en cierta medida la construcción de El Palau March.
En mis idas y venidas he encontrado en mi querida Mallorca respuestas a preguntas que no me había hecho. Una isla que si se visita con humildad y mente abierta hace al ateo plantearse cuestiones de Fe. Y yo, católico sin Fe, busco por quinto verano consecutivo encontrar un don que nunca tuve.
Mallorca, la isla que me ha visto crecer. Isla a la que he dedicado noches en vela y sesudas tardes de escritura. Lugar que me trae de vuelta sin saber muy bien porqué. Y en mi vigésimo sexto verano insular espero poder toparme con más respuestas que preguntas tengo.
Miércoles 2 de agosto de 2023
Mallorca, España
Recuerdo #720
