En mi oficina tenemos un gimnasio en el que paso mucho tiempo. Un pequeño pero organizado rincón que me soluciona los entrenamientos y me ayuda ahorrar lo suficiente como para poder permitirme un par de vinilos más cada mes.
Nuestro querido gimnasio, que no debe tener más de cincuenta a metros cuadrados, tiene un vestuario muy decente. Dos duchas de las que uno recordará toda la vida y una sauna que se usa más de lo que parece.
Aunque uno no use la sauna a menudo trae cierta paz mental. Muy similar a ese poder trabajar desde casa cuando quiera, pero al tener la libertad de elección uno acaba yendo a la oficina.
Además de la sencillez de mi buena relación con mis colegas de golf, póker o fútbol, tengo un equipo que se ha convertido en muy buenos amigos. Y en esa amistad de varias nacionalidades hemos confeccionado un pequeño ritual.
De vez en cuando mis amigos de la oficina de Malta vuelan a Tallin. Un maltés y sudrafricano con los que comparto humor, gustos y vicios. Y hoy después de un martes con más reuniones que trabajo he acabado en la sauna del gimnasio con mi amigo sudafricano, quien llegó el domingo, y mi amigo bengalí.
En el calor de la sauna y las vistas al mar hemos hablado de la vida. De la locura que supone pensar dónde estábamos todos hace un año, y en ese sudar y divagar nos han dado las siete.
Martes 25 de julio de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #712
Comentarios