El solsticio de verano, uno de esos días que sin saber muy bien porqué, me atrae e intimida. Una noche llena de magia, de cierta sensación de inferioridad respecto al todo, y que cada año me ayuda a entender aún más las grandes preguntas que se hace la humanidad.
En Estonia a la noche de San Juan se le llama Jaanipäev, y es tal vez el día mas importante del año. Y con razón, porque en el paralelo cincuenta y nuevo del hemisferio norte el solsticio es indescriptible.
Ya he hablado alguna vez de la luz de Tallin, de la perpendicularidad de los rayos reflejados en el verde de esta maravillosa ciudad, y yo, joven enamorado de la luz, no puedo evitar dedicar este recuerdo al atardecer más especial que he visto desde mi llegada a Tallin.
A escaso kilómetros de casa, después de un breve viaje en bicicleta, Mer y yo fuimos a parar a uno de los recovecos de Pikakari, la playa a la que tanto vamos. Y ahí, a la luz del sol más presumido del año, entre uvas, queso, y arropados por una manta, disfrutamos de lo que nos hace llevarnos tan bien, nuestras conversaciones.
Viernes 23 de junio de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #680
