No sé cómo formular este recuerdo sin dejar de lado la queja y el lloriqueo. Podría hablar del precio a pagar por seguir jugando al fútbol, o incluso de las complicaciones de vivir por y para ese maravilloso deporte.
El fútbol, como toda pasión, y en especial esas que se viven desde la infancia, tiene ciertos matices que complican su disfrute. Por ejemplo, uno a menudo se olvida de que aquello de lo que uno se podía recuperar en la adolescencia ahora se convierte en una molesta lesión.
En mi caso, loterías genéticas aparte, me atrevo a decir que hago lo suficiente como para sentirme cómodo con la posibilidad de lesión. Entreno, estiro, cuido mi alimentación y vuelvo a vivir en la monacal sobriedad. Podría cuidar algo más mi descanso, y tal vez vivir con menos pantallas, pero detalles aparte, vivo por y para el prevenir dolores como el que hoy me aqueja.
Ayer me destrozaron las rodillas, supongo que debo dar gracias a que no llegue al esguince de ligamentos, pero jamas había sentido la rodilla así de suelta. Y con ello, no me ha quedado otra que cancelar mi ultramaratón de mediados de junio.
Ironías de la vida, este cuasi esguince llega en el peor momento de la temporada. Llevamos una racha muy mala, y por fin me he aclimatado al nivel de fútbol de mi liga. Vuelvo a correr sin descanso, y parece que ya no tengo dos píes izquierdos. Y aún así, después de encintar la rodilla, el domingo espero jugar.
Lunes 5 de junio de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #662
