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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

659 - Una isla alejada del ruido.

No sé qué tendrán las islas y sus recónditas costas. No sé qué me hace sentir una profunda atracción hacia los islotes alejados del continente, y hasta que encuentre la respuesta no tengo otra opción más que seguir enamorándome de todo pedazo de tierra rodeado de mar.


Soy y seré un hijo adoptivo de Mallorca. Un fiel seguidor de las costumbres mallorquinas y un autoproclamado profeta mediterráneo. He dedicado cientos de páginas a la isla de la calma, y por primera vez en mi vida tengo que dejar de lado a la isla de mis ojos, porque he encontrado La Paz en otra isla.


A cientos de kilómetros de Tallin, refugiada en el Báltico, hay una isla con una historia única. Los hecho destacables de Saaremaa son inversamente proporcionales a su elevación, ya que al igual que la totalidad de la Estonia continental, por tener no tiene ni colinas.


Un ferri de treinta minutos separa el archipiélago del contingente, y una preciosa costa arbolada separa a Saaremaa de Muhu, la isla a la que se llega. Y en ese pequeño trayecto de Muhu a Saaremaa, en ese cruzar la autovía encima del Báltico, sin ni siquiera llegar a Saaremaa, me he sentido como en Mallorca.


Supongo que influye en mi romance con Saaremaa el haber viajado al sur con una isleña que desde noviembre del veintidós comparte pasiones y cafés conmigo. Pero sin entrar en ese pequeño detalle, Saaremaa, la centésima septuagésima sexta isla de mayor extensión del mundo es ante todo un rincón para vivir mil vidas.


Llevo escasas horas en Saaremaa, el atardecer báltico, ese que llega tarde y sorprende pronto me recuerda tímidamente que isla hay mucha y vidas hay pocas. Espero que mañana me sorprenda casi tanto como lo ha hecho hoy.


Viernes 2 de junio de 2023

Saaremaa, Estonia

Recuerdo #659



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