Creo que la vida laboral va más allá de las tareas del día a día. Creo que la vida laboral también tiene que medirse por el nivel de estrés con el que uno llega a final de semana. En mi caso como ya he dicho alguna que otra vez creo que el estrés es bueno en cierta medida. El estrés es un breve recordatorio de la obligación de terminar ciertas tareas, pero aun cuando éste se vuelve incontrolable, es una buena forma de disfrutar de los momentos tranquilos cuando te alejas de él.
Sin entrar en muchos detalles, creo que mi trabajo por lo general, es un ambiente donde el estrés a menudo se confunde con cantidad y rapidez de lo que llega a la mesa. Si echo la vista atrás, e incluso releo alguno de los recuerdos del año pasado, y el estrés que tenía cuando iba aquella torre de Castellana, no es comparable con el que tengo ahora. El estrés que me acompaña en esta caótica y excesivamente larga semana no es tanto por la presión sino por la autoexigencia.
Creo que mi autoexigencia unida a mi excesivo perfeccionismo es un arma de doble filo con el que más de alguna vez me he cortado. Mi equipo, benditos santos que me aguantan en el día día, entiende mucho mejor que yo los límites de lo que uno puede influenciar y sobre lo que merece la pena preocuparse. Pero yo, ya sea por estupidez o cabezonería, sigo preocupándome por detalles ajenos a mi control y que en muchos casos confundo con estrés.
Supongo que con esta reflexión de fin de semana debería una vez más dedicar más tiempo a entender qué es lo que se escapa de mi control, y sobre todo, a cuidar un poco más la desconexión fuera de la oficina.
Viernes 26 de mayo de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #652
