Carlos Pinedo Texidor
646 - Turismo.
Pasear por Tallin, y más en primavera, es un placer que nunca pensé que me iba a sorprender tanto. Aún siendo una ciudad pequeña, la capital báltica te sorprende en cada rincón. He hablado mucho de los recovecos madrileños, y de los Tallin sin embargo no tanto. Puede que al vida madrileña te obligue a esconderte y refugiarte del acelerado ritmo, y puede que por ello, en medio de la calma estonia, no me centre tanto en estos rincones ocultos.
Tallin, además de una ciudad cuya primavera es única, resulta ser una ciudad donde lo viejo convive con lo nuevo. La restauración arquitectónica es un digno ejemplo de cómo avanzar sin olvidar de dónde se viene. No cómo en Madrid, donde palacetes, fábricas y jardines han dejado paso a urbanizaciones y edificios de oficina. En Tallin las antiguas fábricas son joyas de la corona, y la muralla que siglos atrás protegía a la ciudad es ahora un inamovible símbolo de la historia local.
Con las anteriores ideas no pretendo dedicar este recuerdo a los recovecos estonios, mucho menos escribir unas líneas a favor de los paseos en las ciudades en las que se vive. Quiero utilizar estas líneas para reivindicar lo mucho que me gusta Tallin, y en especial, lo mucho que le gusta a mi colega sudafricano con quien he disfrutado de café y una buena comida al sol.
Más allá del paseo y la comida, e incluso de un recorrido relativamente turístico, creo que días como hoy sirven entre otras muchas cosas para valorar lo bien que se puede vivir lejos de casa. Que se puede emigrar y salir adelante, que eso de que la mejor calidad de vida está en España no es una verdad absoluta, y que como me decía un amigo, la verdadera libertad es por hacer hogar en cualquier lugar.
Sábado 20 de mayo de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #646