Helsinki, la cautivadora capital de Finlandia, una vez más me ha recibido con sus brazos abiertos en primavera, algo que nunca antes había experimentado. A diferencia de mis anteriores viajes, esta vez, me ha tocado explotar los recovecos de esta maravillosa ciudad con mi familia.
El aire fresco y los árboles en flor inundaban las calles de una ciudad que parecía resurgir tras el letargo invernal. Las plazas y parques, donde antes me refugiaba en la dureza del invierno o el calor veraniego, se han convertido en lugares de descanso y pequeños castillos donde mis sobrinos jugaban a ser vikingos.
Este recuerdo, además de marcar la primera parte de la visita de mis padres, ha supuesto mi convicción de elevar a Helsinki a la condición de visita recurrente junto a Madrid, Mallorca y Buenos Aires. Porque la capital de Finlandia es uno de esos rincones para vivir mil vidas.
A primera hora de la tarde, nos embarcamos en un ferri rumbo a Tallin. El sol se despedía de nosotros mientras nos alejábamos de la costa finlandesa, y el frío de cubierta nos ha obligado a acabar refugiados en el interior del ferri. Momento que han aprovechado mis sobrinos para correr y esconderse y mi padre para intentar sobornarme con colonias y otros regalos.
Al pisar tierra estonia, nos dirigimos a mi casa, y poco después a un indio al que he cogido cariño. Mis padres y hermano han disfrutado de la cena casi tanto como de mi casa y mis sobrinos creo que siguen sin entender que están a mas de tres mil kilómetros de su querido Madrid.
Sábado 29 de abril de 2023
Helsinki, Finlandia
Recuerdo #625