El recuerdo de hoy iba a ser distinto al que procede, en mi cabeza tenía hablar sobre el centésimo vigésimos aniversario de mi querido Atleti, de mi locura de semana laboral, de mis nuevas tarjetas de trabajo, e incluso de la llegada de mis padres a Tallin en unos días. Todo ello se ha visto eclipsado por el recordatorio de lo que ocurrió hace un año en Madrid.
En abril del veintidós, en una tarde de martes grisácea y con lluvia acabé en una terraza con mi amiga Inés. En ese recuerdo al que tanto cariño tengo, describía con mayor o menor destreza la amistad tan peculiar que tengo con ella. Sin entrar en mucho detalle, ahora me doy cuenta de los matices que dejé fuera del recuerdo. Pero supongo que para eso los escribo de esta forma, para ser capaz de volver al camino siguiendo las migas de pan que dejo detrás.
Aquel día, además de poner fecha a mi operación de pie, fue un día que de ahora en adelante recordaré con mucho cariño. Una tarde en la que ya me soñaba fuera de Madrid y pendiente de una oferta laboral del país que me ha acogido.
Mi café con Inés tuvo todo lo que se le puede pedir a un reencuentro. Y releyendo aquellas líneas no puedo evitar emocionarme. Aquel recuerdo, el número doscientos cincuenta y seis fue muy especial, lo suficiente para eclipsar el día de hoy.
Hace escasos minutos que he vuelto a escribir a Inés, los dos solemos respondernos con bastantes días de diferencia, y los catorce mensajes pendientes los tenía reservados para mi ferri a Helsinki. Pero después de releer aquel recuerdo no he podido evitar mandarle un cariñoso mensaje con un extracto del último párrafo: “Espero poder escribir el día de mañana sobre aquel café de abril de dos mil veintidós. Y espero que sea en una terraza lejos de una ciudad tan cómoda como Madrid.”
Miércoles 26 de abril de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #622
