Son las cinco y media de la tarde, he llegado a casa hace veinte minutos, y después de doblar y guardar la lavadora de ayer me dispongo a jugar a Zelda y probablemente tomar un café con Mer.
En algo menos de veinte días y tras muchos años de espera saldrá el nuevo Zelda. Una oda a la aventura y la historia de la mejor saga jamás creada por Nintendo. Un tal Link promete devolvernos la ilusión explorando mundos jamás vistos, y yo, eterno niño en ciertos aspectos estoy profundamente nervioso y emocionado.
En estas últimas semanas he vuelto a mi querido “Breath of the Wild”, un juego al que he dedicado cientos de horas. Un paraje infinito en el que aún me queda mucho por explorar. Un mundo que durante los meses de pandemia sirvió de recoveco en el que perderme. En definitiva, un lugar (virtual, aunque tanto monta) en el que he sido muy feliz.
Ahora mientras escribo esto, con algo de prisa y tratando de aprovechar al máximo el tiempo antes de mi café con Mer, veo en mi pantalla ese mapa que en pocas semanas será un recuerdo del pasado. No sé qué me deparará el nuevo Zelda, pero si es una décima parte de lo que fue este, os aseguro que seré muy feliz.
Martes 25 de abril de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #621
