La primavera ha llegado a Tallin, y lo ha hecho de una manera delicada y paciente. Me acuerdo de la primavera de Madrid, de esos nervios que me acompañaban el año pasado cuando me veía con un pie en Tallin, y en especial de esas vueltas a casa en moto al salir de trabajar.
Hace algo más de un año escribía sobre la luz de Madrid, decía algo así como que al bajar Abascal en moto, justo antes del último destello de Marañon esquina Castellana aparecía Guitarrica con un rasgado y profundo “Quien encendió la luz, quien encendió la luz. Antes estaba cieguito ya solo sueño con que vuelvas tú”.
Ese párrafo que he medio parafraseado tiene mucho que ver con mi primera primavera en el Báltico. Tallin vive una oscuridad poco oscura (valga la antítesis) sobre la que ya he escrito. Y sin saber muy bien ni cuándo ni cómo, la noche se hace día, y el sol decide no volver a ponerse, algo que me ha hecho preguntarme en el día de hoy, “Quien encendió la luz, quien encendió la luz. Antes estaba cieguito ya solo sueño con que vuelvas tú”.
Si el recuerdo de hoy fuera un capítulo de un libro lo titularía: “La luz”. Porque desde esos primeros rayos de sol a las cinco de la mañana hasta el amago de auroras boreales de las doce de la noche, hoy he vivido por y para la luz.
Como ya he dicho alguna vez Tallin es una ciudad tranquila, una capital costera que parece ser protagonista de una vida alejada del mundanal ruido. En definitiva, un rincón que te permite tumbarte encima del césped de un búnker a leer y observar cómo un halcón devora a las palomas
Domingo 23 de abril de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #619
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