He vuelto a competir, y esta vez a hacerlo de verdad. Me he vestido de largo, o de luces como dirían los aficionados a la tauromaquia, y al igual que un nervioso novillero he saltado al ruedo con ilusión y algo de miedo.
Ya no recuerdo la ultima vez que competí, puede que fuera en abril del veintidós cuando decidí acabar la liga sobre el césped. En aquel entonces jugué infiltrado, con un pie aún por operar, y con un dolor que ahora no soy capaz de entender cómo fui capaz de sobrellevar.
Hoy he vuelto a competir, libre de dolores o de carreras inacabadas. Hoy he corrido por la banda derecha como si fuera la primera vez. He sentido una emoción sobrecogedora que me ha devuelto la esperanza en el fútbol. Siempre he sabido que me quedaba mucho fútbol, pero hoy el verde me lo ha recordado. Hoy el romance con los noventa minutos ha sido correspondido.
Ha sido una auténtica batalla, cada uno de los miembros del equipo hemos vivido una auténtica guerra. Todos hemos sudado al tener en frente a nuestro particular toro. En mi caso, el número setenta y uno y el once no me han dejado tranquilo. Vuelvo a casa con una uña a medio caer, una rodilla amoratada, y raspones en las piernas. Y lo más importante, hoy vuelvo a casa con una victoria por uno a cero que sabe a gloria.
He debutado con mi querido Wise, una lesión de un compañero me ha hecho saltar al césped en el minuto doce. Un tímido calentamiento seguido de una mirada de complicidad con el linier, que por sus gestos deduzco que ha debido de ver en mi la misma ilusión que veo al mirarme en el espejo mientras escribo esto.
Ha sido un debut soñado, he estado en todos lados y en todas las jugadas. Mi querido lateral derecho me ha sido fiel, y con el número tres a la espalda he logrado llegar al extremo físico. Tal vez por ello haya acabado saliendo ovacionado por mis compañeros en el minuto ochenta y cinco, es decir, varios minutos después de recuperar el balón que nos daría el uno a cero.
Domingo 16 de abril de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #612