Siempre he sentido una inmensa felicidad al jugar como lateral derecho sobre el verde. La emoción de correr por la banda, sentir la hierba bajo mis pies y el viento en la cara mientras jadeo tratando de ayudar a mi equipo. Esos pequeños grandes momentos de gloria y pasión que sólo se experimentan cuando uno juega en la posición que tanto quiere.
Hoy he vuelto a jugar como lateral en un partido emocionante. Uno de esos partidos donde el equipo ha volado. Y yo, sufriendo en mi banda he vuelto a sentir mi cuerpo vibrar y calmarse como si hubiera vuelto a recuperar un romance que nunca debió abandonar.
El sol brillaba con intensidad, y en cada carrera, además de un anómalo calor, he podido sentir esa paz de la que tanto disfrutaba años atrás en mi banda derecha. Ni siquiera el cansancio y dolores de los que me quejo desde el jueves han logrado que me olvide de la felicidad que supone volver a mi posición amada. Cada despeje, cada pase y cada jugada han sido destellos de un fútbol perenne que me acompañará toda la vida.
Esta tarde, a escasos metros de la muralla y con el atardecer de fondo, he logrado entender que no debo separarme nunca más del lateral. Necesito seguir vinculado a esa banda derecha desde la que poder centrar, desde la que poder sufrir y lo más importante, desde la que poder darlo todo.
Hoy soy muy feliz, he jugado un partido muy serio, casi noventa minutos de pocos errores y muchos aciertos. Un partido donde he vuelto a jugar como lateral derecho.
Domingo 9 abril de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #605
