604 - Calma, café, y vinilos.

Un sábado que sabe a domingo. Donde los rayos de sol te despiertan tímidamente. Un sábado con las calles llenas de perros y niños jugando. Un día más en el mejor lugar del Báltico que por mucho que me cueste admitir se parece mucho al Mediterráneo.

Despertar sin obligación alguna, sin tener que preocuparse por la hora o por los correos sin responder. Un sábado de los que hacía tiempo que no disfrutaba. De esos días que te recuerdan que la vida es mucho más que lo que se vive en una oficina. Y a tres mil kilómetros de la ciudad en la que disfruté del último sábado así, he vuelto a ser feliz.

He ido a Fika con Mer, aprovechando el buen día y mis ganas de tener una nueva planta. Hemos recorrido las tiendas de arte, el mercadillo de vinilos y la floristería que vio nacer a la planta de aloe vera que ahora tengo en case. Una mañana lenta, llena de calma. Un placer vago fruto de mucho café y unos muy buenos tacos. Y todo ello en el comienzo de la última estación que me quedaba por vivir en Tallin.

Ahora, mientras escribo este inconexo recuerdo, más a modo de enumeración de ideas que de memoria. Pienso en esos treinta minutos esperando unos tacos chilenos. Un tiempo de espera muy agradecido que culminaría con una visita a la floristería y que muy probablemente recordaré con cariño. Tallin es la ciudad de la calma, y creo que por fin me he mimetizado con la ciudad. Ya no me quema el alma por tener que esperar para comer. Ya no me quejo cuando tardan en atenderme, y muy probablemente ya ni me acuerdo de otros tantos dejes de la vida madrileña.

Supongo que este sábado de calma, café y vinilos marca el antes y el después de mi forma de vida monacal. Ya no rehuyo de lo tranquilo, ni de las mañanas lentas. Celebro los amaneceres tardíos y no me siento culpable por salir de casa a las doce.

Sábado 8 abril de 2023

Tallin, Estonia

Recuerdo #604