Carlos Pinedo Texidor
597 - Da comienzo la temporada de longboard.
He vuelto a patinar, y lo he hecho de la mejor forma posible. Un despertar tardío en un Tallin cada día más soleado. Una sábado más en la vida monacal que he labrado en el Báltico.
Todavía saboreo ese amargo tercer puesto del torneo de póker, esa última jugada de reyes no me ha dejado dormir del todo. Pocas veces uno ve en la mesa una jugada tan bien ejecutada, y si eres quien la sufre, es un dolor del que cuesta librarse. Supongo que me acordaré eternamente del buen jugar de mi rival, al igual que me acordaré eternamente de este maravilloso sábado.
Mi casa está a poco menos de un kilómetro de Fika, mi café de confianza, algo que en términos de tabla se traduce en no más de cinco minutos surcando el asfalto de Kalamaja. Con poco en la cabeza y mucho por lo que perder el sentido de las horas he acabado escribiendo en mi mesa habitual, y después de cuatro espresos he decidido levantar el campamento.
En la vuelta a casa, y seducido por una tienda de vinilos que aún se me resiste, no me ha quedado otra que entrar a saludar. Vivo en un barrio con tiendas de vinilos en cada esquina, pero esta es única. Un popurrí de segunda mano y ediciones nuevas que me ha tenido casi una hora buceando entre cajas, que se ha traducido en gasto de dinero que no debería y que me da vergüenza admitir, pero que ha hecho que The Smiths, The Moody Blues, Alt-J y Gorillaz se hayan venido conmigo a casa.
Supongo que mi vuelta al patinaje, a esa tabla multicolor que tan feliz me hizo al llegar a Tallin, no ha podido ser celebrada de mejor manera. Un pequeño y caro regalo de música. Pequeñas adiciones a una colección de vinilos que roza la media centena y que guardaré con tanto o más cariño que estos recuerdos que con tanto mimo escribo.
Sábado 1 de abril de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #597