Vuelvo una vez más a insistir en la maravilla del horario laboral báltico. La conciliación es el eje de la felicidad laboral, y a diferencia de España (tal y como he leído hoy en una sentencia) salir pronto de trabajar para recoger a tu hijo no es ninguna falta disciplinaria.
En mi caso, excusas baratas aparte, si me escapo antes de la oficina se debe a que haya entrado antes. O si es un día excepcional y el trabajo no se me acumula me permito el lujo de acabar antes. Hoy no ha sido ninguno día de los anteriores. Me he sentado a currar a las ocho y media, no he comido y tampoco me he levantado más que para rellenar mi taza de cafés cuádruples. Tampoco me he escapado antes, pero aún saliendo a las cinco y pico de la oficina, a las seis menos diez estaba en casa.
No he tardado mucho en limpiar mi casa, prepararme la comida de la semana y poner un par de lavadoras, todo ello con una misma idea en mente, mezclar esa lista de música que con tantísimo cariño y mimo he confeccionado en estos últimos tres meses. Una lista que supone mi primer amago de mezcla manual, adiós BPM automáticos, hola temporizadores regulados.
Se podría decir que más allá de mis tareas domésticas y obligaciones de la vida adulta, mi tarde de hoy ha sido por y para la música. Un reencuentro con mi querida DDJ-400 que después de una segunda reparación ha vuelto a mí con más ilusión que nunca. Y como decía al principio, la conciliación de la vida personal y la laboral es el eje de mi felicidad en el Báltico, y mucho tiene que cambiar España para ofrecerme esta calidad de vida, porque al final del día, el sol y las tapas no lo es todo.
Lunes 27 de marzo de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #592
