Mis sábados suelen ser muy monacales y muy bálticos. Un popurrí de calma acompañado de mucho café, poca comida y sendas pasiones nobles.
Suelen ser días que aprovecho para escribir y leer. Disfrutar de mi colección de vinilos, y en la medida de lo posible descansar.
Suelo amanecer tarde, el primer café siempre a las diez y media y el segundo a eso de las doce en algún bar de la capital estonia. Una pequeña rutina de tranquilidad y simpleza que en esta sociedad idealizada parece poco pero para mí lo es todo.
Con lo anterior en cuenta uno podría entender porqué hacer recados me supone un dolor profundo. Una molesta obligación que perturba mi paz y que entre otras muchas cosas me hace detestar la independencia que tanto aprecio.
Hoy me ha tocado recorrerme Tallin en busca de unas espinilleras, unos calcetines de fútbol negros y unos pantalones blancos. Todos ellos elementos necesarios para mi debut con Wise. Y no exagero si digo que sólo ha sido posible gracias a la ayuda de Mer, quien me ha acabado arrastrando a Ülemiste a cumplir mis deberes auto impuestos.
¡Ay los recados! Dichosas obligaciones de la vida adulta. Quién pudiera volver a ese pedir y recibir de la infancia donde las necesidades deportivas no suponían gastar cuatro horas y que mágicamente aparecían en tu mesa una vez solicitadas.
Sábado 25 de marzo de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #590