Volver a jugar al fútbol, ese objetivo que hace no muchos meses parecía imposible. Resucitar unos pies que ahora conviven con un tornillo de cinco centímetros de titanio, y lo más importante, volver a sonreír sobre el verde.
Podría decir que volver a jugar ha sido un doloroso recorrido de sacrifico y esfuerzo, pero no ha sido así. Jamás pensé que mi vuelta al verde fuera a ser tan maravillosa, y aunque haya habido mucho estrés e impotencia, ha sido un viaje precioso.
Hace escasas horas he terminado de jugar mis primeros noventa minutos en suelo estonio. Un duro partido de perros viejos en el que he aprendido que mi futuro en Rumori no es tan claro como pensaba. Encajo mejor con Wise, y aunque no esté al mismo nivel que ellos, parece que me quieren de cinco, y de ahí la dura decisión que tendré que tomar esta semana.
El partido ha sido una batalla dura, no hemos olido el balón y un primer gol en el minuto cuatro nos ha hecho mucho daño. A los pocos minutos lograba plantarme mano a mano después de gambetear al central, y un dichoso palo izquierdo ha retrasado mi encuentro con la red.
A escasos minutos del descanso, y con los tobillos ensangrentados y el cuello enrojecido lograba ver portería. Algo que debería haber sido acompañado de un penalti no señalado. La segunda parte ha sido más de lo mismo. No hemos dado dos pases. Y yo, como único punta he tenido que pelearme con la línea de tres centrales.
Ha sido el primer partido de muchos, y aún sufriendo en la derrota creo que he aprendido mucho. Vuelvo a jugar al fútbol, y por primera vez en mucho tiempo llego a casa sabiendo que mi relación con los noventa minutos sobre el verde es el amor de mi vida.
Domingo 19 de marzo de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #584