Ayer fue un día duro, un lunes con poco sueño, con un gran entrenamiento y con las más que merecidas y satisfactorias agujetas del torneo del domingo. Tal vez por la dificultad física del día de ayer haya amanecido hoy a duras penas. Las piernas pesan y el cuerpo se resiente. Mi entrenamiento monacal funciona, ¿pero a qué precio?
Dejando de lado resultados y patrones de mis dos meses de vuelta a la vida saludable he de decir que es increíble lo mucho que recuerda el cuerpo. Y aunque mi capacidad de recuperación siga mermada, creo que estoy siguiendo los pasos correctos.
Con todo lo anterior en mente hay que entender que hoy he sido incapaz de ir al gimnasio. Que eso de la alarma a las siete de la mañana no ha sido algo agradable, y que por supuesto me he relamido todo el día con la idea de entrenar.
Tal vez recoger un mueble que me ha regalado una compañera del curro pueda considerarse entrenamiento. O acercarme a un cabo de Tallin a intentar ver las auroras boreales. O incluso aguantar a Mer que pretendía ir a las dos de la mañana a ver esa luces del norte como las llaman aquí.
Está claro que algo tengo que mejorar para poder someter a mi cuerpo a varios días de entrenamiento. Por ahora he recuperado gran parte del músculo que perdí y he perdido gran parte de la grasa que gané. Así que supongo que solo necesito encajar las últimas pieces de una vida monacal que promete mucho.
Martes 28 de febrero de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #565