Hablaba con Mer el otro día sobre las diferencias de luz entre Madrid y Tallin. Le explicaba con mimo y detalle, que la luz de Tallin es única. No he visto algo parecido en la casi treintena de países que he visitado. Y que a pesar de que los estonios vivan deprimidos con la falta de luz en invierno, creo que en el fondo son conscientes de la belleza de la luz bajo la que viven.
Cuando digo que Madrid y Tallin tienen notables diferencias, me refiero entre otros muchos matices, a la perpendicularidad de los rayos y a la falta de elevación del país. Estonia probablemente sea uno de los países más uniformes y planos del mundo, algo que unido a su latitud hacen que ilusos como yo se enamoren de una luz única.
La luz, esa compañera de la que tantas veces he hablado, es la responsable de la belleza de las ciudades, de la magia de los recuerdos. Sorolla no sería Sorolla si no hubiera pintado el Mediterráneo, y Sorrentino no sería Sorrentino si hiciera películas en el paralelo cincuenta y nueve. La luz mediterránea (en la que incluyo a Madrid) baña con alegría cada rincón. Pero sin embargo es incapaz de mostrar los contrastes más tímidos.
En Tallin la luz, hija de la planicie y del Báltico, juega con los recovecos de los adoquines. Cada pocos metros la iluminación cambia. Un árbol puede mostrar todos los detalles de su follaje en la distancia, y sin embargo cuando acudes a su sombra es imposible diferenciar entre corteza y rama.
La luz de Tallin es una bendición para los enamorados de los detalles del día a día. El placer de lo cotidiano es doblemente placentero cuando una taza de café cambia de forma dependiendo de donde se coloque. Y siendo sinceros, creo que resulta imposible conocer los secretos de la luz de Tallin, mientras que de la luz de Madrid o de Mallorca conozco hasta sus intenciones.
La luz y sus detalles, algo tan simple que me hace ver detalles complejos e imposibles. Supongo que una vez más debo agradecer a quien desde ahí arriba haya puesto el esmero necesario para que un zoquete como yo pueda disfrutar de la delicadeza de lo mundano.
Lunes 6 de febrero de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #543
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