521 - Aún me queda mucho fútbol.

Cuando sufrí la lesión que hace que ahora tenga un tornillo de titanio de cinco centímetros en el pie izquierdo no me imaginaba llorando por no poder correr. Han sido muchísimas noches de impotencia y desánimos. He nacido para correr, y después de tres años y miles de kilómetros parecía que todo llegaba a su fin.

No exagero si digo que para mí el fútbol lo es todo. Prefería perder mi habilidad para escribir si con ello garantizase jugar al fútbol eternamente. Pero lamentablemente, como todo lo bueno en esta vida, el fútbol es efímero, y en el mejor de los casos me quedan diez años sobre el verde.

Es tal mi obsesión por vivir mi amor por el fútbol que desde que me operé he vivido una constante ansiedad por volver al verde. Y hoy, después de innumerables intentos puedo decir que he logrado volver a jugar. He resurgido, y por primera vez en doce meses, me voy a dormir sabiendo que mi versión futbolera aún no ha muerto.

Es cierto que jugué tres fechas de la última temporada. Pero lo hice con un dolor desgarrador. Con dos infiltraciones de por medio y decenas de antiinflamatorios logré arrastrarme por el campo. Pero eso no era fútbol, y tampoco me hacía feliz.

Hoy he llorado, pero no por el dolor de mi pie, sino de alegría. He vuelto a atarme las botas. He vuelto a correr por la banda izquierda, y he vivido un romance con la portería. He marcado probablemente el mejor gol de mi vida. Y otros dos goles y dos asistencias que me recuerdan que aún tengo mucho fútbol.

Mi equipo, formado por un ecuatoriano, dos indios, un brasileño, un georgiano ha sido el rey del campo durante más de una hora. Hemos ganado cuatro partidos distintos de diez minutos cada uno. Y aunque aún me quede mucho por volver a jugar los noventa, es un comienzo que me hace soñar.

He vuelto, y esta vez juro no dejar escapar el mayor placer de mi vida: correr detrás de una pelota.

Domingo 15 de enero de 2023

Tallin, Estonia

Recuerdo #521