Carlos Pinedo Texidor
502 - Unos palos que echaba de menos.
El golf es un deporte sobre el que he escrito bastantes líneas. Una afición creada por y para ver sufrir a quién la practica. Un deporte que al igual que el tenis, jamás agradecerá las cientos de horas dedicadas a aprender, porque ni el saque de tenis, ni el “swing” de golf, vuelve a ser el mismo después de una temporada sin jugar.
Por hacer algo de memoria, creo recordar que la última vez que cogí un palo en condiciones fue allá por agosto del veintiuno. En aquellas semanas de clases mallorquinas llegué a tener un juego corto muy respetable, pero la vida madrileña y las horas de despacho me hicieron renunciar a ser un golfista (aunque no a ser un golfo). Ahora en la distancia por fin entiendo que eso de salir a las once de currar es algo inhumano, que la vida está para las pasiones nobles, el deporte y los amigos. Y Madrid a los jóvenes niega todo lo anterior.
Pues bien, hoy mi querido Was ha tenido la buena idea de convencerme para ir a La Moraleja a jugar unos hoyos cortos. Una parte de mí ha aceptado por recibir algo del sol que Tallin me niega. Sin embargo, creo que he aceptado porque en el fondo, sabía que no se me iba a dar tan mal. He de decir que mi actual “swing” deja mucho (pero que mucho) que desear. Paradójicamente, el medio “swing” de mi “approach” es casi igual que aquel de agosto del año anterior. Y el par del hoyo siete lo corrobora.
He disfrutado, echaba de menos los palos, y creo que ellos me echaban de menos a mí. El sand me sigue negando el saludo, pero el cincuenta y dos ha aceptado mi cortejo. Por lo que espero que no ponga pegas a cuando empiece la temporada de golf en Estonia tan pronto llegue el deshielo.
Martes 27 de diciembre de 2022
Madrid, España
Recuerdo #502
