No puedo dormir, he estado tumbado algo más de una hora en mi cama, y ante la falta de sueño me dispongo a escribir el recuerdo del lunes y del martes.
Me da rabia, había decidido premeditadamente dejar los recuerdos para el jueves. Quería sentarme a escribir con calma después de mi último día de curro. Pero cuando la inspiración llama a la puerta, hay que dejarla pasar.
De mi lunes podría decir muchas cosas. Como por ejemplo mi anuncio oficial en el Slack del curro que esta es mi última semana. Hace algo más de un mes que sé que era parte de los recortes. Pero el ego y el dejar todo atado me ha hecho trabajar un mes más.
Es cierto que el mensaje no ha sido más que una oda a mi aventura báltica. Pero es igualmente cierto que es uno de los mejores textos que he escrito nunca. Un recorrido por aquellos mes de marzo de este año y cómo una rabieta me hizo fijarme en la portada de aquella Supercopa de Europa.
Pero más allá de mi anticipada y dolorosa despedida, el lunes fue el día en el que se materializó el fin de mi primera etapa en Estonia. Un colega del curro que vive cerca me ha dejado varias cajas de cartón. Y puedo decir que en dos maletas y tres cajas y media cabe mi vida entera. Tengo más cosas de las que pensaba, pero me excuso en lo mucho que ocupan las sartenes, platos y otros utensilios.
El lunes empezó mi última semana en la calle Jakobi. Y una parte de mí sueña con la entrega de llaves de la calle Soo el nueve de enero.
Lunes 19 de diciembre de 2022
Tallin, Estonia
Recuerdo #494
