Carlos Pinedo Texidor
490 - Una casa de jengibre.
Las tardes de oficina son una de las muchísimas cosas buenas del que pronto será mi antiguo curro. En tardes como las de ayer tiendo a imaginarme en escenarios similares de la vida madrileña, y creo que no existe cosa igual. En Madrid vivimos una vida tan social que todo lo que ocurra dentro del entorno laboral nos parece una farsa interpuesta por los malvados seres de recursos humanos.
No creo que lo que estoy viviendo sea extrapolable a la vida laboral mesetaria. Creo que estos europeos del norte hacen muchas cosas mal, pero una de las otras tantas que hacen muy bien es eso que se llama conciliación laboral. Tal vez sea fruto de currar en una start up, o puede que sea parte del carácter de las personas que me rodean. Pero la realidad es que a las cinco de la tarde se apaga el ordenador, y en días como el jueves, una veintena de personas nos reunimos para decorar casas de jengibre y jugar al póker.
Creo que he tenido mucha suerte en mi toma de decisiones. No sé cuánto habría aguantado en mi vida laboral de aquella esquina de Castellana. Pero lo que sí sé, es que de haberlo logrado, jamás habría descubierto aquello que busco en un entorno laboral. Madrid es una ciudad idílica, donde lo social gobierna la vida, tanto que te acaba atrapando. Mientras que en Tallin, lo social es una de las muchas facetas de la vida. Faceta que como el jueves puede compartirse con tus colegas de curro.
El jueves acabé en una mesa con varios ingenieros diseñando una casa de jengibre con estética GTA. Un piso franco donde Santa Claus puede ir a disfrutar de sus amantes y donde los elfos se inflan en la azotea a copas y sustancias de dudosa legalidad. Me resulta curioso que mi última gran contribución a mi curro haya sido una casa de jengibre para el recuerdo. Y es cuanto menos paradójico, porque al igual que con mis decisiones laborales, esas casa de jengibre se empezó a construir por el tejado.
Jueves 15 de diciembre de 2022
Tallin, Estonia
Recuerdo #490