Carlos Pinedo Texidor
485 - Aquel chupito.
En Telleskivi hay un bar que reúne todo lo que aprecio. Una especie de bar de confianza en el que familia y amigos se reúnen a disfrutar de las largas noches veraniegas o los cortos días invernales. Un pequeño recoveco llamado Möku que además de tener decenas de cervezas tiene el que para mí es el chupito más salvaje que jamás he probado.
La pócima a la que hago referencia tiene por nombre Sparta, y su preparación es tan sencilla como repugnante. En un pequeño vaso se mezcla a partes iguales tequila y absenta, y para rematarlo se añade un pequeño chorro de stroh. Este último licor desconocido para mí es tal vez la razón por la que escribiendo esto siga teniendo arcadas. Su sabor recuerda a las peores resacas de tabaco y jagger, y el olor es algo similar al de coche de mi amigo Boli.
Pues bien, ayer sábado me cité con la isleña con la que he compartido varios cafés. Esta salvaje estonia nacida en Saarema vive por y para hacer sufrir a los que se dignen a beber con ella. Y yo, que sigo rumiando la idea de volver a mi abstinencia, acepté (estúpido de mí) el chupito que me proponía. Por añadir un poco de contexto, no me acuerdo de lo que ocurrió después de tomarlo en otras ocasiones. Y ayer, gracias a la suerte que me acompaña no fui capaz de digerirlo.
Según nos sirvieron los chupitos brindamos y bebimos con la peor cara imaginable. A los dos segundos de tomarlo un mejunje de cerveza y Sparta salió de mi boca y acabó en el mismo vaso que había usado. Creo que debí retener algo más de la mitad del chupito. Cantidad suficiente para hacer que hoy domingo me haya levantado con una de las peores resacas de mi vida.
Cuando abandone mi vida en Tallin (si es que alguna vez lo hago) me acordaré de aquel lugar en Telleskivi y aquel dichoso chupito que con tan solo ver la foto me hace querer vomitar.
Sábado 10 de diciembre de 2022
Tallin, Estonia
Recuerdo #485
