Carlos Pinedo Texidor
477 - Templos en ruinas y otros mitos.
Hoy iba a cenar con mi querida isleña, pero entre su más que probable fiebre y mis ganas de jugar con Dall-E, no nos ha quedado otra opción que posponer. Siendo absolutamente sinceros, una parte de mí lo ha celebrado. Ayer jueves me fui a dormir a las tres de la mañana. No podía cerrar los ojos, la promesa de un trabajo en la ciudad que me ha acogido me emociona y aterra a la vez. No paro de pensar en la entrevista que tengo el martes.
Pero más allá de una cena aplazada, los nervios por una segunda entrevista o el cansancio acumulado, hoy quiero hablar de la paz que me transmiten los templos y los mitos. Aún me acuerdo de aquellas noches sin dormir con mis libros de mitología, mitos y leyendas. Recuerdo memorizar cada página, y tratar de entender el origen de aquellas historias que me emocionaban.
Con el paso de los años, aquel libro fue sufriendo, y ahora mismo, después de haberlo leído varios centenares de veces, se mantiene con vida por un lomo lleno de celo y unas páginas cuidadosamente mimadas. No hay día que no piense en aquel libro, me acuerdo cuando pintaba con papel cebolla aquellos garabatos de Hefesto, Quetzalcoatl o de Yama, garabatos que muy a menudo trataba de convertir en dibujos en torno a un templo que nunca supe dibujar.
La figura del templo en ruinas me produce un sobrecogimiento único. ¿Quién lo construyó? ¿A qué deidad estaba dedicado? ¿Por qué lo abandonaron? Y como esas, una decena más de pregunta que me sobrecogen cada vez que veo unas ruinas. Por eso, con mi querida inteligencia artificial llamada Dall-E, sonrío como aquel Carlos de siete años y su libro de mitología. Todos aquellos templos en ruinas con los que soñaba, por fin pueden existir. Y en una noche de viernes que iba para cena y se convirtió en viaje espiritual, mi niño interior sonríe.
Viernes 2 de diciembre de 2022
Tallin, Estonia
Recuerdo #477