Llevo varias semanas dando vueltas a la misma idea, a un problema del primer mundo que me quita el sueño, me hace replantearme mis últimas decisiones y en especial me hace valorar todos estos años viviendo en casa de mis padres.
Siendo sinceros creo que después de estos seis meses de merecida independencia en Tallin puedo afirmar que jamás volvería a Madrid si ello conlleva no poder tener mi propia casa. Aquí en Tallin pago el alquiler religiosamente, he hecho de un apartamento de cuarenta y tantos metros cuadrados mi hogar, y renunciar a la vida independiente sería algo que dudo pudiera aceptar.
Me gusta ser capaz de gestionar mis cosas, sufrir cuando me llega la factura de la luz y el agua, e incluso hacer números cada vez que voy a la compra. Sin embargo la independencia en la distancia tiene una gran trampa, y es el no poder permitirte gastos inesperados.
Está claro que en mi naturaleza está el gastar en entretenimiento, cultura y deporte. Y que más allá de ocasiones muy excepcionales no se me ocurre dilapidar mi sueldo en copas. Sin embargo, aún teniendo todo más que controlado, no hay mes que no caiga del cielo un gasto inesperado. Y es entonces cuando me imagino intentando colarle a mis padres una financiación a coste cero que más veces de las que me gustaría acaba en regalo inmerecido.
Hoy, quejas aparte, había sido un gran día. A pesar del cansancio he logrado sacar fuerzas para escaparme a cenar con Mari-Liii, tres colegas turcos y una amiga de Mari-Liiis. Y ha sido entonces en el tranvía camino a casa cuando he visto un mensaje que me recordaba la existencia de un gasto que había infravalorado y con el que no contaba hasta enero.
Llevo seis meses en Tallin, con un sueldo de persona adulta y que me permite vivir mi independencia, y aún así, he sido incapaz de ahorrar. No me gustan los imprevistos en esta vida adulta, y menos aún pensar que es más que probable que en dos semanas apenas me quede dinero para poder pagarme el taxi al concierto de Milly Chance.
Lunes 14 de noviembre de 2022
Tallin, Estonia
Recuerdo #459
