Sin entrar a comprobar la veracidad de aquella anécdota de Ernesto de Hannover, permitidme usar la expresión derivada de su ausencia en la misa nupcial de los entonces Príncipes de Asturias.
Dicen que fue tal la melopea que se agarró nuestro amigo Hannover que se presentó directamente en el cóctel, y desde entonces ha florecido en el lenguaje castizo la expresión hacer un Hannover, para referirse a todos los que como yo ayer, hacen acto de presencia una vez acabada la misa.
Y es que ayer fue la Primera Comunión de mi sobrino, y regalo de navaja suiza mediante, acabé dándole la sorpresa sin él saber que a la misa no asistiría. Una vez en casa de sus primos, el chavalín parecía creer que yo había estado ahí, y yo sentado en la mesa de mus, tampoco le iba a decir lo contrario.
Recursos literarios aparte, toda celebración, sea religiosa, pagana e incluso de las efímeras, se rigen (o al menos para mí) por y para la comida. Y en esa cocina de las afueras de Madrid uno de los socios de Burghetto (con mi ayuda emplatando) preparó las mejores smash burgers de la capital.
Entre hamburguesas, historias de Tallin y recuerdos de cuando mi hermana se casó y acabamos a las seis de la mañana en una piscina, los primos de mi sobrino y yo, nos reíamos de la vida. Y es que mis sobrinos tiene suerte, sus primos y tíos son una maravilla de compañía, y para mí, un motivo más que suficiente para compartir mesa y ginebras.
De las celebraciones en familia podría escribir largo y tendido. Con mi reciente cultura báltica podría explicar que pocas cosas hay en Europa que superen en amplitud al concepto de familia española. Pero desgraciadamente me quedo sin espacio, y a escasas horas de que juegue el Atleti, no me queda otra que pensar en el mus que perdí ayer para que mi enfado no venga de parte de los sinvergüenzas que hoy se pondrán la rojiblanca.
Sábado 5 de noviembre de 2022
Madrid, España
Recuerdo #449