Carlos Pinedo Texidor
447 - Recados, cajas y cafés.
Cuando estaba en la universidad y el turno de tarde me acompañaba, solía aprovechar mis mañanas para jugar a ser rico heredero. Y ahora, en mis primeras vacaciones merecidas de mi andadura laboral, he creído oportuno imitar esas costumbres con algo más de calma y paciencia.
Uno de mis grandes defectos, aunque según a quien preguntes se trata de una virtud, es el no ser capaz de dormir hasta tarde. Me molesta que la sensación de despertar más allá de las diez sea equivalente a un día perdido. Y es por eso que en uno de mis últimos días de vacaciones me he levantado a las ocho y media.
Entre una cosa y otra he acabado saliendo de casa a eso de las diez. Echaba de menos la cafetera super automática de mi hermano, y no he sido capaz de perdonar un par de dobles, y ya con el cafeinómetro lleno he ido a Correos a por una caja.
Resulta, que eso de irse a vivir indefinidamente a otro país tiene sus inconvenientes. Como por ejemplo, dejar en casa de mis padres mi querida colección de vinilos. Y después de casi seis meses no he podido evitar querer meter en una caja gran parte de ellos.
Además de empaquetar un tercio de mi colección de vinilos, he logrado meter varias cosas de esquí, una pala de pádel, unas botas de fútbol y mis camisetas de correr favoritas. Tengo muchas ganas de vivir mi primer invierno báltico, y la promesa de una vida monacal de música, cenas y deporte me emociona al igual que aterra.
Después de dejar más o menos todo organizado me he acercado a ver a mi perro favorito, un labrador que se hace llamar Krusty y que casualmente tiene como dueños a mis amigos Alfonso y Gonzalo. Esta vez no me han invitado a comer, pero un par de cafés en el salón que tantas veces me ha acogido me bastará para aguantar varios meses más sin echar de menos esas siestas en sus sofás.
Jueves 3 de noviembre de 2022
Madrid, España
Recuerdo #447