He escrito este recuerdo en mi cabeza varias veces. Tengo decenas de ideas, desde las más sensatas hasta las más revolucionarias, y después de mucho pensar, he decidido desterrar la rabia y hablar de lo único común a cada pensamiento, la idea de que el Atleti es su gente, y sin esa gente, no hay Atleti.
Lo que se está viviendo esta temporada es una vergüenza. Se podría resumir como las desgracias unos hijos de puta que salen al verde a defender unos ideales en los que no creen. La ruptura entre afición y plantilla es total, y es que hasta hace no mucho el elemento conector era la palabra y obra de Diego Pablo. Y por primera vez en once años, los jugadores no creen, y la afición no se identifica con un profeta argentino perdido en el desierto.
Está claro que hay otros factores de los que podría hablar con la misma dureza y crítica, desde la directiva hasta la planificación deportiva, pero me dejaría fuera el más importante , nuestro entrenador.
Diego Pablo es la figura más importante de nuestra historia, pero hace tiempo dejó de der creer en su propia palabra. El esfuerzo ha dejado lado al favoritismo, y jugadores que dan la vida apenas juegan.
No sé muy bien qué solución hay, tampoco sé qué es lo que ocurrirá, pero a estas altura yo solo puedo insistir en que el Atleti es su gente, y pese a quien le pese, todo lo demás es prescindible.
Apenas he logrado dormir después del penalti fallado de Carrasco, y ni si quiera volver a disfrutar de mi querido Club de Amigos del Cocido, me ha hecho olvidarme del dolor que supone ver al Atleti arrastrándose. He recorrido más de tres mil kilómetros para poder ver en casa a mi equipo, he cuadrado mis vacaciones para poder ver dos partidos en el estadio, y precisamente por todo lo que supone, el empate de ayer me ha destrozado.
El Atleti es su gente, o eso quiero pensar, porque nada de lo que veo últimamente representa la idiosincrasia de una afición que solo quiere recuperar los símbolos que le han arrebatado.
Miércoles 27 de octubre de 2022
Madrid, España
Recuerdo #439
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