En la capital española estamos muy mal acostumbrados, vivimos en una anómala burbuja gastronómica, y poca gente lo sabe. Por dar un dato que refuerce mi teoría, Mercamadrid es el mayor puerto de España y la segunda lonja de pescado más grande del mundo, solo por detrás de Tsukiji, en Tokio.
Con lo anterior en mente y teniendo en cuenta que he visitado casi treinta países y más de medio centenar de ciudades, me atrevo a decir que el interior de la M-30 es el paraíso gastronómico. Y antes de que me vengan a discutir mis amigos parisinos, londinenses o neoyorquinos, en Madrid una cena de cincuenta lereles equivale a varios centenares de euros en otras capitales.
Es curioso como una ciudad con tantísima variedad y absoluta perfección gastronómica sigue innovando, y en tan solo seis meses de exilio vuelvo a mi querida ciudad castiza para volver a descubrir la felicidad de las mesas madrileñas.
El sábado me levanté algo tarde, pero eso no me impidió acudir a la nueva Boutique del Gourmet de El Corte Inglés de Serrano. Allí, con mis padres, entendí una vez más que los torreznos, las anchoas y el atún, es todo lo que necesito para ser feliz.
Un par de horas más tarde una de esas mujeres madrileñas que se conocen cada recoveco me llevó a Gota. Un pequeño refugio en Prim donde volví a llorar con los boletus, las ostras y una raya que roza el vicio.
Madrid, es una ciudad en el centro peninsular que vive por y para los foráneos que vienen a enriquecer una cultura que empezó siendo castiza, se mezcló con lo mediterráneo, y poco a poco se volvió única.
Y en ese ser una ciudad única vuelvo a apreciar mi exilio al Báltico, porque en la distancia hago todo lo posible para que cuando vuelva (si es que vuelvo) pueda disfrutar de todos los rincones que me quedan por conocer sin tener que mirar una cuenta bancaria que ahora mismo sufre en exceso.
Sábado 22 de octubre de 2022
Madrid, España
Recuerdo #435