Levantarse en una ciudad ajena a tu hogar suele llevar aparejado un sentimiento de nerviosismo y alegría. Viajar es siempre un motivo de celebración, más aún si se trata de algo improvisado y no muy lejos de casa.
Después de un sábado intenso y de haber dormido suficiente me encontré con un domingo frío y gris. Helsinki se había propuesto joderme el último día del fin de semana, y lo que iba a haber sido un ferri a las ocho de convirtió en uno a las tres.
Salimos del apartamento con las mochilas y sin rumbo. Ninguno quería pasar un domingo tan gris en Helsinki, aunque después de unos billetes de ferri nuevos, callejeamos en busca de un café. Hicimos bien en adelantar el ferri, especialmente si tenemos en cuenta que una vez embarcados, todos caímos rendidos.
Un par de horas más tarde en Tallin, con la mochila deshecha y el cuerpo dormido, decidí volver a disfrutar de la primera película de Lord of the Rings, y entre una tormenta bíblica y el calor de mi manta me fui a dormir.
Domingo 16 de octubre de 2022
Helsinki, Finlandia
Recuerdo #429
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