Carlos Pinedo Texidor
415 - Un miedo dominical.
Hay domingos condenados a no ser tranquilos, y ni siquiera después de haber dormido trece horas fui capaz de prepararme para lo que iba a vivir en un soleado domingo báltico.
A eso de las doce salí a pasear, con un par de ideas en la cabeza y varios pensamientos por cuajar. Atravesé la ciudad viaja en mi agradable y soleado camino a Telleskivi. Me paré a tomar un par de cafés sorprendentemente buenos, y no más tarde de las dos estaba paseando con mi colega Kaan y con alguna pequeña molestia en el leí.
Después de una hamburguesa y varios kilómetros a mustiad espaldas nos despedimos. La F1 me llamaba, y una siesta improvisada hizo que cerrara los ojos con el segundo coche de seguridad. Cuando me levanté, esas pequeñas molestias se habían convertido en un signo de infección. Y por primera vez en muchos meses, sentí miedo.
Mi amiga Mari-Liis me recogió en casa para ir a urgencias. La infección parecía reciente, pero si hubiera llegado al hueso, significaría el fin de mis aspiraciones deportivas a medio plazo. Y la imagen de una nueva operación me incomodaba.
Dos horas después de nuestra llegada ya tenia todos los resultados necesarios. La infección de hueso parecía descartada, y un llanto de alivio se me escapó volviendo a casa. Llevo diez meses sin saber lo que es correr libre de dolor, y me aterra pensar que puedan acabar siendo otros diez.
En esta vida tengo pocos miedos, pero no volver a correr con libertad es tal vez, el que más me quita el sueño, el que más anhelo desterrar.
Domingo 2 de octubre de 2022
Tallin, Estonia
Recuerdo #415