Desde hace dos semanas me acompañan un par de muletas tontorronas que dificultan y entorpecen mis paseos. Mi agradable camino al curro se ha convertido en un zigzagueo poco elegante entre cedas y césped del que juro olvidarme en no mucho tiempo. Y es que un paseo de quince minutos se ha convertido en uno de treinta y pocos, y no me queda otra que aprovechar para pensar.
Esta mañana quería aprovechar mi paseo para disfrutar de un álbum de Macklemore, iluso de mí no lo había descargado. Y como alguno sabrá, desde hace un mes o así mi móvil funciona a duras penas. Hay días que sin estar conectado a una red wifi decide no funcionar, y esta mañana ha sido uno de ellos. Supongo que le debí de dar un señor golpe y la antena debe estar como mi pie, con una digna cicatriz.
Tener el móvil roto ayuda a vivir con algo de tranquilidad, durante algún momento del día no recibo notificación alguna, y lo que debería ser motivo de queja se convierte en una bendición. Claro está que hay momentos como esta mañana en los que la falta de internet me enfurece, pero tampoco es para tanto.
Con motivo de ese móvil roto con el que ahora escribo este recuerdo me he puesto a bucear entre los nuevos modelos de iPhone. Y siendo sinceros, me parece insultante. No soy capaz de encontrar justificación alguna para pagar mil pavos por el catorce, o casi mil cuatrocientos por el catorce pro. Podría buscar alguna excusa, que si el curro, que si el blog, y aún así no sería suficiente.
Me toca mucho las pelotas no poder arreglar mi móvil, y es cuanto menos curioso que pueda arreglar mi pierna pero no un cacharro fabricado por piezas. Necesito un móvil nuevo, y no termino de acertar con la decisión entre mantener mi cordura con iOS o priorizar mi estabilidad financiera con un Android.
Siento asco profundo por este mundo moderno en el que nada se arregla y todo se renueva, y cada año todo cuesta más.
Lunes 12 de septiembre de 2022
Tallin, Estonia
Recuerdo #395
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