373 - Resaca, tareas y Atleti.

Que soy estúpido ya lo he dicho por aquí alguna vez. Soy de esos animales que tropiezan seis o siete veces con la misma piedra, y en la mañana del lunes en la que escribo esto, me sigue doliendo el estómago por mi noche del sábado y correspondiente resaca dominical.

El sábado después de una maravillosa tarde acabé (como buen idiota) yendo a Telliskivi (el Malasaña de Tallin) y después de un par de cervezas tuve la genial idea de tomar un chupito de esos de nombre imposible que te hacen perder todo recuerdo nocturno.

Con el anterior contexto amanecí en mi cama, a eso de las nueve (seis horas después de mi vuelta a casa) el sol me acariciaba, pero con una casa diseñada para no dejar escapar el calor, yo sentía estar en medio de una tarde de julio madrileña.

Como adulto independiente y responsable hice caso omiso a mi resaca y después de una ducha a diez grados me dispuse a poner lavadora, limpiar la casa, y ordenar el armario. No eran ni las doce y ya tenía la casa impoluta, y gracias a Dios, antes de caer rendido, mi amiga Marii-Liis me sacó de casa a por un cold brew y una búrguer de las de Keskturg, el mercado que tengo al lado de casa.

Podría añadir a este recuerdo mi café con la responsable de mi resaca (fue ella quien compró los chupitos para los diez que debíamos estar ahí), pero en caso de hacerlo, perdería el espacio restante y con ello la posibilidad de acordarme de los progenitores de Nahuel Molina.

Y es que ayer el Atleti volvió a jugar, y por muchos destellos de Witsel, Morata, Reinildo y por decir algo, Lemar a ratos, fueron incapaces de hundir a un submarino que cada día detesto más. No hay excusa, y por mucho que Nahuel decidiera salir a jugar bajo los efectos de a saber qué sustancia (probablemente tendría mi resaca), por el Atleti se muere, y ayer muchos no supieron entender dónde están.

Domingo 21 de agosto de 2022

Tallin, Estonia

Recuerdo #373