El jueves tengo el dichoso examen para poder colegiarme como abogado en España. Dejando de lado el sacacuartos y engañabobos en el que se ha convertido el estudiar Derecho, me toca como a tantos otros pasar por el aro, aunque esté a varios miles de kilómetros de donde podría ejercer.
A día de hoy, es decir, a las ocho de la tarde hora estonia, no podría aprobar ese examen. No le he dedicado más de un par de horas, y la pereza y la desidia me embriagan con solo pensar en un examen tipo test de setenta preguntas. Tal vez por eso esta mañana he decidido salir de casa y olvidarme al menos por hoy de mis responsabilidades.
Salir de casa un domingo después de un sábado de resaca es una maravilla. Te ayuda a entender que la vida es mucho más que la fiesta del viernes, que hay algo precioso en aprovechar el día y pasear por una ciudad que no conoces. Algo que hacía en mi época abstemia, pero que en estas dos semanas bálticas parece que he olvidado.
He decidido ir a callejear por Rottermani, uno mis barrios favoritos. Ahí, sentado en una terraza que poco tiene que envidiar a las de Madrid, he disfrutado de café y una tostada de salmón a la par que escribía el recuerdo del viernes y daba una vuelta al del sábado.
Después de dudar un poco y recordar que mañana hará siete meses de la lesión que me impide correr he decidido ir a pensar con una cerveza en otro de mis recovecos favoritos, un cruce de caminos llamado Hell Hunt. Ahí he escrito el recuerdo del sábado, y a solas con mis pequeños fantasmas he decidido dejar para otro día mi estudio para ir al gimnasio a seguir tratando de recuperar la forma física que mi lesión me ha arrebatado.
Hoy he paseado, he disfrutado de las calles y el viento tallinés. He tenido muchas conversaciones conmigo mismo, entre ellas el color de la portada del libro que aunará estos primeros trescientos sesenta y cinco recuerdos, y por supuesto otras tantas que han llenado y llenarán muchas páginas futuras.
Domingo 19 de junio de 2022
Tallin
Recuerdos con contexto 310
