El otro día leía, de los primeros exploradores,
se adentraban en el océano,
sin ser señores, corrían galeón abajo,
comiendo a destajo
y bebían licores amargos.
Me pregunto desde aquel día,
ojalá saber que sentían
aquellos cuasi náufragos
acudiendo a la llamada del mar,
sin saber si volverían al hogar.
Se adentraban, desorientados y perdidos,
en un continente nada amigo,
atravesando el desierto de Gibson,
sufriendo a la fauna, todo peligros
y los rayos incesantes con cada trago.
He dado muchas vueltas a esta última poesía, ya van doscientos poemas y aún no sé de lírica. Me planteo si es lo mío, las rimas sin salida ya van miles de versos y aún no se improvisan. Son historias
Cuando era más joven, por no decir pequeño un músico maño, me enseñó el fuego, me dijo, “oye Lazarillo, tú tan cafetero, prueba esto, dame dos de limón, camarero” Probé aquella pócima, como si fuera v
En el libro anterior, sentía vértigo, me daba pavor llegar al final, no quería poner puntos sin más. Ahora que escribo, con algo más de estilo, que al menos entiendo las rimas que digo, me parece curi
