Son las once de la noche del primer día del año y estoy sentado en uno de mis rincones más secretos y especiales de Madrid. Hace escasos minutos que he colgado a Babel y no podía dejar escapar el pensamiento que aquí viene.
Desde el frío banco de madera en el que estoy sentado, veo los restos de Torres Colón, todo ello acompañado por ladridos y las dulces cantinelas de mi querido Calamaro.
En la Plaza de la Villa de Paris hay siete bancos que han marcado en mayor o menor medida mi vida amorosa. Desde te quieros no correspondidos hasta rupturas bien llevadas, todo ello acicalado por el olor de tierra mojada y charcos que han borrado todas las huellas de mi pasado.
Es en este secreto y maravilloso recoveco de Madrid en el que uno puede tontear con las verdades, si uno habla alto, la estatua de Fernando VI asiente y opina, incluso siendo “El Prudente”.
Paradójicamente los tribunales que custodian mi plaza, y mi conversación con Babel, no juzgan. Ni si quiera el Tribunal Supremo se atreve a regañarme por mi paseo sin mascarilla y los cariñosos insultos de mi noche.
Algún día, cuando tenga mi particular Lengua Popular, me alegraré de haber escrito este primer fragmento de mi oda a la Villa de Paris, junto a la letra de Andrés:
Parte de mí no cambió y a la vez
Ya no soy el viejo Andrés, que no dormía jamás
¡Qué subidón, qué momento ideal!
Encontré la mitad del amor
Sábado 1 de enero de 2022
Madrid
Recuerdos con contexto 141
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