Carlos Pinedo Texidor
124 - Caballo
Aún recuerdo, y muy a menudo
cuando tuve la suerte
de conocer mundo.
Estaba en un bosque,
verde aceituno,
había olmos, pinos y poco ruido.
Me guiaban los mismos,
que sabían mi idioma,
aún mi inglés no estaba en forma.
Paraguayos y mejicanos
me enseñaban el Monte
verde paisaje sin forma.
Después de varios intentos,
e infructuosas salidas
me subí a lomos de una equina.
Logré cabalgar tras algunos años
las cordilleras perennes
de caballo en caballo.
Pasaban los meses,
llegaba el verano,
volvía al sueño herradura en mano.
Hubo un día, algo más aciago
me subí a un yegua de otro establo
cuyo dueño era algo más tacaño.
Se supone, eso dijeron,
que prescindió de lo básico,
la silla incompleta, qué desgraciado.
Salimos entonces, a cabalgar al Monte
mi yegua galopaba, de bote en bote
se rompió mi brida, y con ello mi trote.
Poco más recuerdo, de aquella salida,
alguna imagen, suelta pesadilla
caballos y yeguas, casi la vida.