Me gusta el invierno, en especial los días grises de frío y niebla. Los días tan apáticos obligan a uno a reunir el carácter necesario para salir de casa y seguir viviendo. Ser feliz en verano es muy fácil, lo difícil es hacerlo en pleno diciembre con las terrazas vacías y las manos heladas.
Madrid en invierno se convierte en una ciudad completamente distinta. Se viste con su particular traje de luces e intenta seducir a todo el que pasea por sus calles. Incluso las novias más fieles miran con recelo las luces de Serrano y sueñan bailar a escondidas con la capital española.
Si uno empieza a andar siguiendo las migas de pan lumínico, acabará, salvo sorpresa en la Plaza de la Independencia. A orillas del Retiro uno empieza a sentir la brisa del estanque y a oír los graznidos de los patos.
Por estas fechas, además de arroparse en la más absoluta oscuridad, el Retiro toma prestadas las luces más bonitas. Seduce a todo el que entre a pasear y le recuerda que Madrid siempre esconde un recoveco nuevo.
El Retiro, con sus luces, brilla en un Madrid muy lumínico, y el Palacio de Cristal sirve como faro a todos los que como yo, paseen en una noche invernal por sus jardines.
Miércoles 8 de diciembre de 2021
Madrid
Recuerdos sin contexto 117
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