Tengo la grandísima suerte de poder ir en moto a trabajar. No solo eso, sino que consigo dejar a la buena de Kika en la puerta de la oficina con vistas a Castellana, Joaquín Costa y Modesto Lafuente.
Cuando quedo a comer, tal vez más veces de las que mi cartera puede soportar, suelo alternar con mis distintas posibles salidas. Últimamente estoy cogiendo cariño a Modesto Lafuente, bien porque Pablo y Leti me acogen o porque me uno a la visita de Babel.
Hoy quería hablar con Leti, contarle varios de mis posibles cafés y a poder ser comer en algún sitio que no fuera Dim Sum Market. Como buena vasca que es, ha barrido para casa y hemos ido a parar a un tal Perretxico.
No soy muy fácil de sorprender, pero las croquetas han rozado el silencio, cada bocado me impedía escuchar y por supuesto, pensar con claridad. Además de una ensaladilla muy buena he caído en un denominado donut de cocido que me ha hecho olvidar mis problemas cafeteros y las posibles que interrumpen mi paz transitoria.
Leticia, como buena amiga que es, ha debido verme venir, y gran parte de mis novedades han ido acompañadas de la misma cara que pondría un niño si Baltasar le trae calcetines. Yo aún estaba tratando de asimilar mi donut de cocido, y ella ya iba por el sexto o séptimo consejo de algo que parecía que supiese desde hace años.
Modesto Lafuente es una calle tranquila, hay un par de cedas y stops con algo de peligro, pero la falta de semáforos compensa el riesgo.
Más o menos me pasa algo similar con gran parte de los cafés que tengo pendientes, Leti piensa que la falta de semáforos lo es todo, y aunque a mi me siga costando olvidar los cedas y los stops, en el fondo debería acelerar y seguir en moto.
Quien sabe si la próxima vez que baje Modesto lo que me deje sin palabras no sea un donut de cocido y sea un café.
Martes 16 de noviembre de 2021
Madrid
Recuerdos con contexto 095
